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Idea tonta número 2 / lúcida confusión.
Curador: Javier González Pesce.
Lugar: Sala de exhibiciones Centro Cultural El Tranque, Lo Barnechea.
Material: Madera, objetos, masking tape, y un poco de fantasía. 
Medidas: 17 x 3,5 x 2,5 metros aproximadamente.
Año: 2019

 

Proyecto desarrollado in situ en la sala de exhibiciones que indaga en las divergencias del pensamiento y como ellas generan distintos puntos de vista en torno al contexto que nos rodea.

TEXTO DE SALA

Imaginemos que entre una cosa y otra siempre hay algo. Imaginemos que eso a lo que comprendemos como distancia, no es más que un volumen traslúcido. Imaginemos que el espacio vacío tiene forma, que es una figura. ¿Qué pasaría si de pronto ese vacío que hay entre un objeto y mi cuerpo se condensara hasta la rigidez? ¿Qué pasaría si cada vacío fuese un lleno? Me imagino de pronto el espacio, ya no como un ambiente que permite el flujo, si no que como un gran cristal sólido que captura, congela, detiene todo fenómeno y situación en su interior. Que esa liviandad del ambiente que me permite acercarme y distanciarme de las cosas y los cuerpos, de pronto se estanca, como en un calambre del espacio. Seríamos todos (y todo) parte de un mismo cuerpo, una misma forma, un mismo volumen. Así como los insectos atrapados en ámbar, como los pequeños paisajes en la palanca de cambios de las micros amarillas. Seríamos una especie de diorama dentro de una gran forma. Pero si lo pensamos, la diferencia entre esta idea de un espacio duro y el espacio fluido en el que desarrollamos nuestra vida, no es mas que un asunto relativo a la velocidad y a la fluidez. Pero, ¿no será que el espacio es efectivamente una trama de relaciones? ¿No será que entre una persona y un objeto si hay algo más que un vacío, alguna vinculación que no vemos? Es posible que nuestra vida si suceda dentro de una gran figura, de una especie de escultura, en donde la presencia que ocupa el vacío no es dura, sino fluida. Me inclino a creer que “Idea Tonta Número 2”, dialoga con las ideas que planteo en este breve texto.

Un gran volumen orgánico hace enigmática presencia al interior de la sala de exhibiciones del Centro Cultural el Tranque. Una figura extensa, un cuerpo curioso, inusual, de dimensiones muy particulares reposa silencioso, enigmático en la sala. Su superficie es cinta de enmascara, la que no nos queda claro si es su piel o un recubrimiento. De la alargada figura emergen (o se sumergen) partes que reconocemos, trozos, porciones de cosas, las que hacen contacto con la gran figura, asimilándose ambos elementos como parte de la misma corporalidad. Una situación material en la que hay partes, sin embargo no hay límites, todo está amalgamado en un solo cuerpo, como una gran masa carente de forma definida en su totalidad, pero con partes que nuestra memoria cree identificar. Si no hay límites tampoco hay distancia, todo es lo mismo, o parte de lo mismo. Como ya mencionaba, esta es una especie de situación espacial sin interrupción material, sin entremedio. Una idea escultórica sobre el espacio como volumen, como presencia ininterrumpida de corporalidad, de materia.

Créditos fotográficos / Benjamín Matte

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