Antes de esto no había límites, solo tiempo, Galería D21, Santiago, Chile. 2022.
Curado por Paula Solimano.
En Antes de esto no había límites, solo tiempo, el artista visual Cristián Salineros F. indaga en su preocupación por la relación que rige a los sujetos con su entorno. El artista transforma su taller y la galería de exposición en un sistema de coordenadas construido a partir del comportamiento de aves dentro de espacios predeterminados. Dentro de sus construcciones metálicas, estos animales se alimentan, defecan y orinan; en ocasiones, también se reproducen, poblando el espacio no solamente de sus desechos sino también de sus crías. El artista acumula la orina y el excremento de las aves sobre planchas metálicas horizontales que están parcialmente cubiertas con la forma del continente de Sudamérica a modo de stencil, y luego las fotografía, y acumula sus desechos en la forma de esculturas totémicas, tras ponerlas a vivir dentro de jaulas alargadas hacia arriba durante largas temporadas. Sus obras, por tanto, no son otra cosa que los registros temporales de los ciclos digestivos de los pájaros.
Tomando la forma de esculturas, fotografías e instalaciones, los trabajos de Salineros evocan imágenes cartográficas y tomas de laboratorio: instrumentos presumiblemente objetivos y universales que nos permiten discriminar lo familiar de lo ajeno, lo nativo de lo foráneo, lo propio de lo desconocido. Debajo de Ensayos cartográficos, acercamientos fotográficos a la plancha metálica intervenida, el artista indica los nombres locales de diferentes aves migratorias y las ubicaciones geográficas donde son endémicas, como metáfora de la migración humana. Uno de estos, por ejemplo, es un pájaro endémico de Chile pero que se desplaza todos los años al hemisferio norte por cuestiones estacionales: al abandonar Chile, pierde su nombre local, “fiofío silbón”, y se transforma en Elaenia albiceps, su nombre científico. Sosteniendo que “si quieres saber qué es el territorio, pregúntale a un pájaro”, Salineros nos invita a pensar en las nociones de localidad y pertenencia de una manera más fluida.
En esta exposición, Salineros demuestra que los límites son arbitrarios pero necesarios para salvaguardar todo orden, sistema e identidad, y sugiere que, para hacerlos cumplir, es necesario que hayan errores y malformaciones. Bajo esta idea, construye una jaula Pagoda cuya forma regular es interrumpida por una protuberancia: pareciera que de ella intenta salir otro cuerpo, como un apéndice a punto de explotar. A esta misma jaula, la sumerge en alpiste, cuya imagen evoca una sensación de gula u otras tendencias autodestructivas. Al mismo tiempo, sin embargo, el círculo cerrado de alimentarse y defecar es el proceso mediante el cual las aves transforman el espacio de la galería en su territorio, generando una reacción conmovedora en la audiencia mediante una imagen obscena. Además, en la medida en que comen y cagan, ellas liberan más espacio dentro del que pueden volar. Investigando la relación entre espacio positivo y negativo como una simbiosis, Salineros nos invita a pensar lo planificado y lo errado, lo regular y lo orgánico, lo sistemático y lo caótico como dualidades que se necesitan mutuamente.
En Antes de esto no había límites, solo tiempo, Salineros trabaja literal y simbólicamente con lo abyecto: utiliza el cuerpo muerto o excremento de aves migratorias para invocar una serie de fronteras -tanto físicas como imaginarias- que son transgredidas por efecto del tiempo. Mediante sus fotografías, las heces tibias de las aves adquieren una frialdad propia de un laboratorio forense: paradójicamente, mediante esta traducción, dejan de provocar repulsión e indignación en el público y generan seducción y atracción. Traduciendo un pájaro muerto en una figura de bronce y colgándola a modo de plomada, por otra parte, le rinde una suerte de homenaje a uno de los animales que contribuyó para producir las imágenes de Ensayos cartográficos, el cual es un gesto siniestro o, tal vez, tierno. Finalmente, es probando, corriendo y transgrediendo los límites que el artista llama la atención sobre su maleabilidad. Sugiere que el único agente capaz de dictar desplazamientos, de formar y expulsar un cuerpo del interior de otro, de establecer vínculos entre el sujeto y su entorno es el tiempo.
Texto por Paula Solimano (curadora).
Créditos fotográficos: Álvaro Mardones