Plegar el paisaje. Acero y acero inoxidable (tipo espejo). 14 metros de alto por 5,0 x 6,0 metros aproximadamente. 2019. Instalación permanente - Parque Cultural El Tranque contiguo al Centro Cultural El Tranque, Lo Barnechea.
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Este proyecto es el desarrollo y emplazamiento de una obra de carácter publico y permanente. La obra recoge el entorno en su superficie, plegándolo y reconfigurando su propio contexto y la relación de la obra con él.
Un viaje espacial / un viaje a Pénjamon.
Cuando pienso en el espacio, no puedo dejar de pensar como él se hace presente ante nosotros…¿existe ese espacio antes de nosotros? o ¿lo construimos en la medida que existimos en él o con él?, y si el espacio se encuentra en ese preámbulo , casi crepuscular, ¿cuales son las formas o acciones que deben hacerse para que finalmente aparezca, para que exista?. Pienso que no es un asunto simple, ya que no creo que se resuelva con solo poner algo en un lugar o en un espacio para que éste aparezca, ya que la concepción que yo tengo del espacio es que éste es posible solo en la medida en que la cosa, las cosas o las acciones que en él habitan están en una lógica sistémica u orgánica que posibilita la existencia de una totalidad, no desmembrable ni separable. Creo que mi vida es un poco así; en donde las cosas deben encajar de alguna manera para constituir una unidad sensible, emocional y escultórica, por lo tanto espacial.
Cuando pienso en un proyecto, creo que siempre pienso en la situación del espacio y como me relaciono con él, o como nos relacionamos con él, como si quisiera que efectivamente el espacio forme parte de mi vida, por tanto debo hacerlo “encajar” en esa unidad sistémica, orgánica y sensible.
Mi obra se ha ido construyendo a partir de lo aprendido, de las cosas que he realizado y por lo tanto esas experiencia han ido construyendo un lenguaje visual en torno a eso, pero no es menos cierto, ni menos importante que mi manera de hablar desde las artes visuales -o desde la escultura si se quiere-, es también producto de mis recuerdos, de mi relación con el mundo, las cosas, los materiales, las personas, el paisaje y la profunda filiación que siento con este concepto en toda su amplitud.
Cuando la Municipalidad de Lo Barnechea me invito a realizar este proyecto una de las primeras aproximaciones que tuve con él fue saber cual era el espacio que se proponía como emplazamiento. Fui varias veces al lugar original donde se instalaría la obra, en una de esas ocasiones baje al lecho del río y observé la relación que había entre montaña y río, uno de carácter vertical y el otro de carácter horizontal, conectados y dependiéndose, como una relación umbilical. Estuve un buen rato ahí, recogí piedras y recordé que cuando pequeño junto a mi padre recogíamos piedras y jugábamos a hacer “patitos”, ya fuese en ríos, en la playas junto al mar o en algún lago, podíamos pasar horas en eso, buscando la mejor piedra, la que hiciera mas saltos sobre el agua. Quizás por eso me puse a recoger piedras, quizás inconscientemente las sostuve en mis manos pensando en encontrar esa relación entre escultura, espacio, paisaje y recuerdos. A veces pienso que mi trabajo se nutre de instrucciones ajenas a mi, dadas por aprendizajes anteriores, por cosas que he visto y que he hecho, instrucciones que han ido alfabetizando mi lenguaje visual.
De las muchas piedras que recogí , fui seleccionando (como lo hacia con mi padre) la que creía que contenía la forma que entraría de mejor manera en relación con el espacio, y que sería capaz de dar cuenta de él, como cuando elegía la piedra que daría mas saltos sobre el agua, recuerdo incluso que en ocasiones cuando niño recogía piedras aunque no estuviese cerca de un lugar con agua, y las guardaba, ya que sabia que en algún momento iría con mi padre a algún “lugar” y tendría la oportunidad de lanzarlas sobre la superficie del agua, haciendo que la piedra encontrase el lugar mas apropiado para hacer su mejor acción.
Modele las piedras, dibuje las piedras, dibuje sobre ellas facetas y estructuras lineales como tratando de dar con un esqueleto, o encontrar la manera de entender esa forma, de aprenderla; los dibujos y bocetos de alguna manera eran intentos de eso, de pensar como esta forma pétrea con una existencia concreta se debía transformar en una idea visual que no existe, como un asunto concreto ahora, pero en un estado futuro. Lo único que logré sacar de ellas fueron dibujos exteriores, parecía impenetrable hasta que en uno de esos dibujos aprecio una especie de exoesqueleto, una gráfica estructural que podía representar la forma y que además me permitía plegar su superficie, jugar sobre ella…de alguna manera había una referencia al recuerdo de como lo hacían las piedras sobre la superficie del agua cuando jugaba con mi padre, en donde el reflejo tenso de la superficie se veía interrumpido y reinterpretado por los saltos que la piedra daba, desdibujando ese reflejo y construyendo por momentos una nueva realidad.
Plegar el Paisaje no es solo un asunto de la superficie, ya que en la medida que existe la superficie significa que hay algo en lo profundo, es una relación de ambas cosas, como el río y la montaña. La obra a través de este viaje en el tiempo por mas de tres años se ha cuestionado en su concepción , en su realización y en su montaje, esto me ha llevado a pensar que la obra inconscientemente no solo se resuelve por su superficie, este es solo un aspecto, y aparentemente la primera manera de relacionarse con el espacio. El tiempo y los acontecimientos han hecho que la obra tenga un peso específico, un grado de autonomía mas allá de su apariencia, que en otros proyectos no había encontrado.
Plegar el Paisaje, comenzó a propósito de un lugar específico y de la relación que debería establecerse con él, sin embargo y luego de deambular por varios lugares de la comuna entendí que esta obra en particular contenía su propio espacio y era capaz de establecer relaciones con cualquier lugar, es una obra que habla muchos idiomas y que por tanto se comunica muy bien con los diversos emplazamientos.
Este tiempo de la obra deambulando en busca de su lugar, permitió de alguna manera -como en su momento lo hicieron los dibujos- dar un paso atrás, o detenerse para entender y contemplar aquellas cosas que todavía no eran parte la obra, pero que paradójicamente si existían en ella, como su propia condición espacial y la no dependencia física de un lugar específico. Si bien ha sido un largo viaje, a veces pienso que el recorrido siempre es mas importante que llegar al destino mismo, agradezco ese tiempo, agradezco esa perdida que se transforma en ganancia.
El encuentro con el lugar.
Es raro buscar un lugar para instalar algo sin que ese algo realmente exista, en ese sentido la búsqueda del lugar siempre fue una utopía, ya que probablemente nunca hubo un lugar que encontrar en la medida que tampoco había una obra física que instalar, había una idea, maquetas y cientos de dibujos, por tanto habían infinitos lugares que encontrar, o tal ves ninguno. Recuerdo que cuando era niño, íbamos con mi familia de paseo, a cualquier lugar, y cuando yo le preguntaba a mi papá que a donde íbamos, el respondía: “a penjamón…” pero, ¿donde es eso? o ¿que es eso? decía yo, y el respondía: “es un lugar, y para allá vamos…”, por tanto solo por el echo de mencionarlo suponía que existía, de echo sigo pensando que existe, pienso que quizás Penjamón es el lugar que le corresponde a esta escultura. Mi padre vio mis dibujos, vio mis maquetas y le comente como quería hacer esta obra, además era fundamental para mi esas conversaciones, ya que mi padre es Ingeniero Metalúrgico y un nato constructor de cosas, un homo faber por excelencia, él alucinaba con la posibilidad de esta compleja estructura, de geometría imprecisa y llena de especulaciones técnicas y estructurales, vio, opino, intento entender y se fascino cuando vio las primeras maquetas, siempre me preguntaba; como iba el proyecto de Lo Barnechea…, no lo vio terminado, pero sé que se lo imaginó siempre mejor de lo que realmente es.
Creo que el ser humano nunca es mas ser humano que cuando construye cosas.
Quiero pensar que el parque donde se instala la obra es mi propio Penjamón, o nuestro Penjamón. Sé que la obra no tendrá inconvenientes de habitar ahí, ya que es una obra muy diplomática, que sabe escuchar y acoger sobre ella el contexto, replicando su entorno, comunicándose con él y estableciendo por ende una relación. La obra pareciese tener la necesidad de establecerse en un lugar para saber que lenguaje hablar, plegando sobre si mismo ese paisaje, construyendo por momentos una nueva realidad, como la piedra saltando sobre la superficie del agua.
Es un encuentro feliz, la obra encontró su lugar y un lugar nació al encontrar una obra, es como si la obra dijera : “soy como tu me ves , y tu eres como tu me ves , por lo tanto pertenezco a este lugar, a tu lugar, a nuestro lugar”.
texto por: Cristián Salineros F.
Créditos fotográficos / Benjamín Matte